EL SECRETO DETRÁS DE LOS OJOS
Los celestes ojos, que me miran con tristeza desde el lienzo que habita en silencio el interior del cuadro, ocultan un secreto en su interior, un misterio, una duda, una trampa, una enfermedad del alma. No puedo dejar de mirarlos, me atraen como las ladinas palabras de un ilusionista, dejando el mundo exterior fuera, muy lejos de la dulce tristeza que desprende esa mirada.
El cuadro muestra a una bella mujer de piel canela y larga melena azabache que desciende como una cascada por la sinuosa piel de su espalda desnuda, hasta las gloriosas nalgas; la mujer está girada de medio lado, mirándome impúdica, mostrando la mitad de un pecho y un pezón erecto, insinuando la oscuridad sensual que aguarda entre la sombra de sus piernas. Pero, a pesar de la excelsa y turbadora belleza de la muchacha, mi atención está fija en sus ojos, intentando desentrañar, descifrar el secreto que guardan con tanto celo.
Finalmente tras largas horas, perdido, sin dar con el secreto, consigo con sumo esfuerzo desviar la vista de sus ojos. Por fin, aliviado, me doy cuenta de que no hay ningún secreto, ningún misterio, ninguna duda, ninguna trampa y la enfermedad del alma es sólo mía. Detrás del cuadro, el cuerpo desnudo de la mujer me mira, los ojos celestes sin vida, la sangre baña su sinuosa piel. Desde las amplias paredes me observan decenas de miradas de mujer, que guardan sus propios secretos, en lienzos que habitan cuadros de marcos de madera labrada de roble. El cuchillo se encuentra todavía ensangrentado, apoyado en la mesa junto al pincel y las pinturas.
Escucho ahora que mi mente ha regresado a la gris realidad, el sollozo desesperado de una dulce muchacha, encerrada en una jaula en el centro de la habitación, observo su bello cuerpo desnudo, sus cabellos cortos y pelirrojos. Me pierdo en sus ojos verdes, enrojecidos por las lágrimas. Estoy seguro de que esos dulces ojos guardan un secreto oculto en su interior. Me fascinan. Me subyugan. Me atrapan. He de descubrir el secreto que habita detrás de sus ojos. Tomo el afilado acero y me dispongo a comenzar una nueva obra de arte.