AMOR
La música inunda la habitación con dulces notas de calor, deseo y sensualidad. El anticuado tocadiscos hace vibrar la aguja sobre los surcos del viejo disco de vinilo, provocando que surja la magia. La voz desgarrada de una bella cantante, muerta largo tiempo atrás, canta canciones olvidadas en el idioma del amor.
Hay una lluvia de rosas rojas, esparcidas cuidadosamente sobre el lecho, dibujando con ternura un corazón, su penetrante fragancia invade la cabaña, construida a la orilla de un cristalino lago, situado en el lugar más profundo de un espeso bosque. Las finas copas de cristal, llenas de buen vino tinto, esperan sobre la mesa, donde humea una exquisita cena.
La tenue luz de las velas y el cálido resplandor, provocado por las juguetonas llamas de la chimenea, crean en las paredes una maravillosa danza de sombras, consiguiendo una iluminación adecuada para un tan especial momento, una reconfortante penumbra que invita a la intimidad, mientras por la ventana se puede ver la nieve caer soñolientamente en el exterior, cubriendo, poco a poco, el bosque de abetos, como una capa de azúcar, espolvoreada sobre un pastel, para terminar de crear el ambiente perfecto de una inolvidable velada de amor.
Es la noche romántica soñada, desde siempre, por el hombre: una dulce conversación junto a la cálida lumbre, un suave beso, hacer el amor, apasionadamente, con el objeto de todos sus deseos, tanto tiempo anhelado.
La mujer con amargas lágrimas en los ojos, las muñecas atadas al cabecero de la cama con una tira de seda roja, el labio roto y el sexo profanado, solloza después de la cruel violación, sin poder apartar la vista de la cruda amenaza del afilado acero que roza helado su cuello, dibujando una fina línea de sangre que se desliza como un río por su suave piel tiñendo las blancas sábanas de rojo.